Algunos blogueros dan espectáculos. Por ahí anda el duelo entre José Roberto Duque (El discurso del Oeste) y su sempiterna tachuela, Luis (Diario de la Crisis). A su modo, se aman. Se tiran puntas, se censuran entre sí, se quejan de que el otro le metió un dedo en un lugar del cuerpo. El primero firma como periodista, claramente definido contra podridos paradigmas; el segundo, como científico y, cuando se da basto para atacar en política, como científico político, para hablar con más propiedad. Sorprende el modo visceral cómo se entrelazan para morderse. Una pelea erótica, se dirá.
En una ocasión vi a José recriminarle a Luis que, por amor de dios, no afease el lenguaje, dado que este hombrecito le gusta escribir en lenguajes desconocidos, como un anarquista de las palabras: no respeta puntos, ni mayúsculas ni minúsculas, y a veces sus escritos pierden el sentido de lo que intenta expresar. Poco ha faltado para que el Duque le haya espetado que su desorden es reflejo de un desquiciamiento interno, parental inclusive.
Y he visto, también, como el señor de las pastillas (Luis: vea cómo lo sugiere Duque), no se queda atrás y le riposta que como chavista es portador de odio casi anal, debido a que el primer señor supuestamente hasta propuso quemar los libros de Gallegos y Andrés Eloy Blanco para que desapareciese el adequismo en el país. He de imaginarme que el señor científico adoptó aquí los aires de un Freud, o algo parecido.
En fin, me he divertido un montón con semejantes visceralidades que salobran (edulcoran) la blogósfera venezolana. Y hay casos por demás, que en su debido tiempo este detector de idioteces habrá de develar. (Ojo: no me insulta que me arguyan que soy el idiota mayor, por eso de andar determinando qué es idiotismo o quien lo ejerce. ¡Zúmbese!). Usted, don lector, lo que tiene que apreciar es que la universidad también va al baño a depositar sus heces, del mismo modo que lo hace una mujer hermosa: la idiotez, como las necesidades, es patrimonio de todo humano.
Por ello jamás dejo de sorprenderme con tanto escuálido ilustrado que hay por ahí (alumnos de Harvard, Cambridge o Pekín) que se lanzan unas parrafadas de estupidez que dan ganas de mear. Evolución del intelecto, pues, como las sonadas palabras del difunto Escobar Salón, tan muerto como humanista: “debe ser sometido por la fuerza [y enviado a prisión]”, en aquel funesto año 2.002. Lo mismo digo de la izquierda, con tanto cerebro full de ortodoxia.
Aprovecho la ocasión para responderle a Luis la pregunta que me hace en su blog respecto de las pastillas que toma: ¡pregúnteselo a José Roberto Duque, no tenga pena, caballo! Fue él quien develó el misterio.
Le doy las gracias por llenar los espacios de este blog.
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